Arriesgar para vivir con intensidad

Bajo la premisa de que la vida son dos días llevo un tiempo pensando que mi actitud ante la vida debe cambiar en algunos aspectos. ¿De qué me va a servir guardar en mi interior ciertas cosas? Hay temas y cuestiones que no expresamos por temor al ridículo o simplemente por vergüenza, pero ¿nos interesa realmente conservar dentro algo que sólo compartido se hará realidad? Mi respuesta ante esta pregunta es negativa. Las cosas más grandes se consiguen arriesgando, bordeando el abismo del fracaso y con la sensación de que casi seguro va a salir mal, pero es en esas situaciones en las que mayores alegrías se dan. Arriesgar sin miedo a perder, porque realmente no hay nada que malograr. La diferencia entre jugar o ser conservador es que, en el primer caso, puedes triunfar o fracasar, pero la situación que se dará como resultado siempre será beneficiosa porque nos ofrecerá siempre un nuevo reto, en cambio, no hablar ni expresar lo que se siente tendrá como consecuencia una merma interior, un sentimiento de no poder y de impotencia por ni siquiera haber jugado. Ante estas dos posibilidades deberíamos elegir siempre la primera. Si algo he aprendido es que existen aspectos en los que debemos apostar fuerte y lanzarnos sin miedo, ya que a largo plazo, sea cual sea el resultado, el corazón y la vida nos lo agradecerán.


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