El fraude de la palabra, el olvido del honor

Hace tiempo escribí una entrada que se refería a la pérdida del valor de las palabras, hoy reabro el tema para concluir que la palabra no se ha devaluado, sino que su valor ha acabado por extinguirse. Mucho han tenido que ver algunas personas, no todas pero sí un buen número (evidentemente generalizar seria demonizar a muchos que no tienen nada que ver con estos farsantes), que se han ayudado de la tecnología para huir del cara a cara y han intentado por todos los medios que cuando se habla con otro la honradez esté de más. Parece que no vale la pena creer, cuando a algunos no les supone ningún problema mentir.

Desde hace poco tiempo, me he dado cuenta de que vivir se ha convertido en una carrera donde los obstáculos ya no son los problemas, sino ciertas personas. Hoy más que nunca me siento estafado por la palabra, engañado por la fácil salida de la mentira y del hablar. Y es que en los días que corren no existe aquello que tan de moda estaba en siglos pasados, hoy no cabe en la sociedad aquello que llaman honor. Porque tener honor es ser noble, respetar lo dicho, ser consecuente con todos tus actos y comentarios, etc. y ahora eso no tiene ni sentido ni cabida. Así pues, las personas no respetamos nuestra palabra y lanzamos promesas y juramentos vanos que desde el momento en el que son lanzados sabemos que no se cumplirán. Es el absurde del cara a cara. Quizá por este frenesí tecnológico de los móviles y su whattsap o por la cada vez menor preocupación por el sentido del ridículo, la cuestión es que, en ocasiones, dialogar profundamente con alguien se ha convertido en toda una hazaña y conseguir que lo haga con sinceridad un hito inigualable. Palabrería barata es la que sale por la boca y encontrar a alguien especial te hace caer, a veces, en el error y la posterior decepción. Aun así, lo peor viene después. Los efectos desencadenantes de este ir y venir de palabras sin sentimiento i vacías de significado dan como resultado una traición hueca y sin explicación por parte del que ha traicionado. Las situaciones con este tipo de individuos son tan sumamente surrealistas, que a veces te preguntas si vale la pena dedicarle tiempo a personas que te cuentan las cosas de color de rosa. Al fin y al cabo, saben que mienten, pero cuando se descubra su engaño tampoco tendrán ni un ligero síntoma de preocupación. Pues bien, hoy en día este comportamiento parece ser normal entre algunos. No pasa nada si el que escucha siente algo, porque el que predica no se va ni a inmutar; nada sucede si el receptor se maravilla al oir cosas que ilusionan, porque el emisor, al despedirse, sus teorías olvidará.

En otras ocasiones el agravio es mayor, porque la irresponsabilidad enfrenta a terceras personas contigo. Apoyas las palabras del que te ha tendido la trampa y creas enemistades con otros que seguramente estén diciendo la verdad. No obstante, una vez más, aquel del que todo creíste no intentará arreglar nada, preferirá ver como te ensucias por la basura que el mismo soltó y observará como otros discuten sobre una base de palabras que no tenía validez, era todo una farsa. Al final resulta que quien considerabas enemigo era amigo y el que parecía ser ángel ahora es demonio. Decepción en forma de personas.

Como ven, el honor está de más. No es cuestión de causar buena impresión en el resto, lo realmente importante es ser responsable de lo que se dice y no engañar al que hablas. Pero olvido que eso no está de moda. ¿Y saben qué es lo peor de todo? Dos cosas. La primera: el que sufre por el fraude de la palabra está tan acostumbrado a estas situaciones que ni siquiera ve el mal comportamiento del traidor como algo fuera de lo normal. La segunda: dedicarle tiempo a este blog que denuncia el comportamiento de aquellos que llevan esto al límite y que se ríen en tu cara, pero hay veces en que la rabia es insostenible y el olvido del honor, una mirada hacia épocas en las que hablar tenía un sentido y valor.

Suerte al consecuente de sus actos, o mejor dicho, suerte al responsable de sus palabras, porque aunque no lo sepa, él vale más que todo el resto de estafadores juntos.


J

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