Catástrofes sobredimensionadas

"Pero sí te digo que a los 15 días yo me hubiera tirado por el balcón. Porque mi vida no tenía sentido. No me importaba nadie. Me habíais roto la vida." 

He leído esta sobrecogedora frase hace escasos minutos en un artículo de El País. La noticia era sobre un encuentro reciente entre una víctima del atentado de ETA en el Hipercor de Barcelona y uno de los etarras que participó en la masacre. Extrañamente, lo primero que he hecho al leerla, más allá de la crueldad y repugnante acción de la banda terrorista, ha sido observarla fríamente y analizarla mediante una comparación con otras situaciones en las que, aparentemente, también podría encajar una frase así.

Y es que lo cierto es que a todos se nos puede pasar por la cabeza, en algún momento de nuestras vidas, una oración de este tipo, todos hemos podido pasar un mal momento en el que, en medio de una vorágine catastrofista, hayamos pensado en dejarlo todo, en desistir en nuestro empeño. No obstante, al leer esta frase he reflexionado y he acabado extrayendo una conclusión muy válida. En ocasiones, nuestros problemas son llevados por el pesimismo más extremo y dramatizamos y magnificamos cuestiones que, examinadas fríamente y con detenimiento, son mucho menos importantes y duras de lo que nos pueden parecer. La frase con la que he iniciado este texto fue pronunciada en un contexto fatal, fue enunciada por una persona que vio la muerte propia de cerca y tuvo la desgracia de observar la de otras personas inocentes a su alrededor. Todo ello en un marco de injusticia, todo ello sin ninguna justificación. Esta mujer particularmente, no tuvo que lamentar la pérdida de ningún ser querido aquel día, pero el momento que vivió fue mucho más cruel y doloroso que cualquiera de los que el resto de personas puedan sufrir, por ello, quiero extraer una reflexión de esto: cuando nos lamentamos hasta puntos tan extremos habitualmente suelen ser lamentaciones desproporcionadas, ya que, observando este caso, podemos comprobar que las nuestras son lamentaciones que normalmente tienen una justificación banal y que sacamos de contexto. Las grandes lamentaciones y los pensamientos más catastróficos están reservados para situaciones extremas como esta, por tanto, debemos ser más responsables y detenernos a analizar si realmente es pertinente afligirse y derrumbarse por cuestiones que, objetivamente, no tienen una importancia grave y una gran relevancia.


J


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